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viernes, 8 de marzo de 2013

LA MUJER EN ETIOPIA

Con el motivo del Día Internacional de la Mujer, vamos a conocer un poco más de cerca la realidad de la mujer Etiope.


La vida en Etiopía consiste en un ejercicio de supervivencia diario. Familias, niños sumidos en umbrales de pobreza desconocidos en nuestro mundo occidental, falta de vivienda, comida, pésimas condiciones sanitarias y de higiene, en un país donde cada día mueren 350 personas infectadas por el sida y 370 lo contraen. La edad media de la población es de 17 años y tienen una esperanza de vida media de 56 años. Como veréis un panorama que mucho dista de "nuestro primer mundo".
 
 
Si haber nacido en Etiopía ya supone buscarte la vida para poder sobrevivir, nacer mujer le añade aún más dificultad.
 
En Etiopía, la mujer tradicionalmente cumple roles sociales muy estrictos que limitan sus actividades a las labores domésticas y al cuidado de los hijos. Muchas mujeres aceptan esta situación como la única realidad conocida o posible.  El sometimiento de la mujer, en Etiopía, no entiende de religiones y se da tanto en ese 30% musulmán de la población como entre la mayoría cristiana.
 
 
Aún se conservan prácticas tradicionales muy arraigadas como: 
 
La mutilación genital femenina, una práctica ancestral muy arraigada en 28 países africanos.
Más de tres cuartas partes de las niñas son sometidas a la mutilación genital. Las lesiones ocasionadas por esta práctica pueden causar la muerte, dolor crónico, infecciones, desorden post-traumático, complicaciones en el parto... Además de lo que persiguen: restringir el deseo sexual., el "no derecho" a sentir.. El Gobierno etíope ha prohibido la ablación y la castiga con hasta diez años de cárcel. Haile Amdeslassie, guía turístico, considera que el rito es ya imposible en las ciudades, especialmente en Addis Abeba, aunque admite que la protección de la Administración no es tan efectiva en las zonas rurales.
 
El matrimonio concertado a corta edad, en Etiopía el 60 por ciento de la población se casa antes de los 18 años. Es común que casen a las niñas a los trece o catorce años, aunque la edad mínima legal son los quince. Si se obliga a contraer matrimonio a una chica menor, sus progenitores o el marido se ven expuestos a penas de cárcel. Pero una vez más, la cruda realidad desborda los cauces que marca la ley.




Llama la atención el famoso plato labial (dhebi a tugoin), convertido en icono visible de la mujer Mursi, tribu del sur de Etiopía. El labio inferior de una niña se perfora, por su madre o por otra pariente, cuando llega a la edad de 15 o 16 años. La perforación se mantiene abierta con un tapón de madera hasta que la herida cicatrice a las dos o tres semanas. Ahora comienza el proceso de ensanchamiento poniendo un tapón cada vez mayor, hasta que la propia niña decide cuando detener el proceso de agrandamiento, este proceso puede durar meses. Algunas niñas persisten hasta que no llegan a un plato de 12 cm de diámetro. Sobre los orígnees de esta curiosa práctica, con frecuencia se afirma que el tamaño del plato labial está relacionado con el tamaño de la dote de la mujer. Otra idea común de esta práctica se originó como una desfiguración deliberada, diseñada para hacer que las mujeres y las niñas fueran menos atractivas para los traficantes de esclavos.
 
  Los etíopes consideran a sus mujeres como un mero objeto sexual.. Cuando las niñas crecen, «las violan, las secuestran, las venden o las casan con hombre mucho más mayores. Las violaciones las exponen al sida, como también la prostitución, muy extendida en el país.
 
Una buena muestra de la juventud con la que las etíopes son casadas, violadas o se ven obligadas a prostituirse la encontramos en las calles de Addis Abeba, donde abordan a los turistas niñas con un bebé a cuestas y un rebosante pecho adolescente al aire para evidenciar que la criatura no es su hermano pequeño.
 
 En las comunidades tradicionales, las mujeres están sometidas a sus maridos, quienes toman todas las decisiones. Su acceso a la tierra y la participación en las organizaciones y reuniones de la comunidad también dependen del cabeza de familia masculino.
 
Se espera de ellas que hagan todo el trabajo que rechazan los hombres, quienes en el campo se limitan a las tareas agrícolas, con la ayuda, eso sí, de sus esposas, madres e hijas. Las mujeres recorren largas distancias a pie para recoger agua y leña, llevar los productos al mercado o el grano a moler, incluso cuando están embarazadas. Esos interminables recorridos las exponen aún más al riesgo de ser violadas o secuestradas.
Recaen sobre ellas las tareas domésticas y el cuidado de los pequeños, los ancianos y los enfermos. Según un estudio de UNICEF, la mujer que vive en el campo trabaja una media de entre 15 y 18 horas diarias, y es responsable de más de la mitad de la producción agrícola de subsistencia.
 
En las familias con pocos recursos, los chicos tienen prioridad para ir a la escuela. No obstante, en la Escuela Católica de Meki, a 135 kilómetros al sureste de Addis Abeba, el porcentaje de niñas en los primeros cursos se acerca al de niños. En cambio, el número de chicas que estudia secundaria es la mitad que el de ellos, y en los dos cursos preuniversitarios se reduce a un tercio por la temprana edad en la que ellas se convierten en madres o esposas.  Si logran acceder a la universidad, se ven catapultadas a la vida moderna y profesional. El Gobierno etíope está impulsando la educación superior e incluso mantiene a los universitarios mientras cursan sus estudios. Para ellas supone superar la doble maldición de ser mujer y etíope.
 
Fuentes de información: Artículo Diario Vasco, Blog omo-valley,

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